Seccion:
Tradiciones Folklore y Valores de Venezuela
Cerámica
En 1957 la Sala Mendoza inicia un período de fructífera
actividad expositiva y de difusión de las artes del fuego.
Las exposiciones se suceden cada año hasta 1961 cuando se
paralizan por un corto tiempo para luego continuar hasta los
setenta, constituyéndose esta Sala en el centro de
referencia capitalino de la cerámica
de los esmaltes, el vidrio y la orfebrería. En la
primera muestra participan Adelita de Poleo, María Luisa
Tovar, Seka, los integrantes del taller Otepal y otros
ceramistas de la época. En las siguientes exposiciones se
van agregando nuevas figuras que comienzan a tener renombre
en este medio.
En la segunda exposición, el año de 1958, se
incorporan nuevas figuras que jugarán
un papel determinante en esta actividad durante las décadas
que siguen; son Cristina Merchán,
Reina Herrera y Tecla Tofano. Las 3 iniciaron su
formación con Miguel Arroyo en la Escuela de Artes Plásticas;
luego Cristina Merchán
se marchó a Europa a pesar de lo cual continuó
manteniendo, hasta su muerte, una estrecha relación y una
fuerte influencia sobre el medio cerámico
venezolano.
Tecla Tofano fue otra figura relevante de la cerámica
venezolana. Realizó un trabajo de orientación
figurativa, duro, sarcástico,
de aguda crítica y de denuncia social que es visto
como único en la cerámica
de nuestro país. Reina Herrera es un caso especial
de la cerámica venezolana.
Además de su
actividad artística personal, se inicia como docente y
asume los cursos y la orientación cerámica
de la Escuela de Artes Plásticas
Cristóbal Rojas. Es la gran figura de la docencia
ceramística, la maestra que formará
a los nuevos ceramistas y la figura de mayor
relevancia y aprecio en los años venideros. Sus
realizaciones comprenden las 2 vías que abarca la
disciplina cerámica: lo
utilitario y la expresión figurativa donde se evidencia la
influencia de la escultura y del interés por el dibujo y
las cualidades de la materia. Para este momento Eduardo
Gregorio, un español radicado en Caracas integrante del
grupo Otepal, se muda a Valencia y se encarga, en la Escuela
de Artes Plásticas Arturo
Michelena, de los talleres de cerámica
desarrollando y propiciando un núcleo cerámico
en esa localidad. En 1962 Miguel Arroyo asume la
Dirección del Museo de Bellas Artes y a través de esa
institución promueve la actividad ceramística dentro y
fuera del país. Su orientación imprime una marca, una
definición y un estilo a la cerámica
venezolana que se va a regir desde ese momento por
lineamientos estéticos claramente definidos. Se sustenta en
la concepción de una cerámica
donde la ornamentación se sustituye por un énfasis
en la forma simple y pura, y en la textura y el color.
Miguel Arroyo reúne a María Luisa Tovar, Seka, Cristina
Merchán, Tecla
Tofano, Eduardo Gregorio, Reina Herrera y Thekla y Gottfried
Zielke, a los que lleva a participar en 16 exposiciones
internacionales durante el lapso de su permanencia en la
Dirección de este Museo. Así, la cerámica
venezolana es vista en Praga, Buenos Aires, Nueva
York, Génova, Estambul, y Stuttgart, entre otras ciudades.
En la ciudad de Valencia ha comenzado a gestarse el germen
de lo que será en
los años venideros, un espacio cerámico;
los resultados de esa fuerte actividad se evidencian
con la aparición de Mérida Ochoa. En Caracas también
surgen nuevos nombres: Ana Ávalos quien obtiene un premio
en Maracay, Josefina Álvarez y Annabella Schaffer quienes
instalan sus propios talleres, Martha Cabrujas y Colette
Delozanne comienzan a mostrar sus logros con la cerámica.
En 1966, el Museo de Bellas Artes, con la colaboración
del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) y
la Fundación Fina Gómez, más
el aporte del Consejo Británico
de Relaciones Culturales y la Embajada de Japón,
realizó una exposición que causó impacto en el medio cerámico
y que influenció el desarrollo de la cerámica
artística del momento. Fue la muestra de la francesa
Francine del Pierre, el japonés Shoji Hamada y el inglés
Bernard Leach. Tres consagrados de la cerámica
internacional que visitaron Caracas y compartieron
con nuestros ceramistas dejando una profunda huella en la
definición del clásico
trabajo cerámico.
La Sala Mendoza, que había suspendido las
exposiciones de artes del fuego en 1961, retoma esta
actividad, y nuevas exposiciones van a tener lugar cada año
desde 1970 hasta 1978, difundiendo de esta forma la cerámica
y congregando gran cantidad de nuevos interesados en
esta disciplina.
El impulso definitivo que necesitaba la cerámica
para consolidarse como expresión plástica
se da en 1971 cuando se crea en Valencia el Salón
Nacional de las Artes del Fuego bajo los auspicios del
INCIBA, la Dirección de Cultura del estado Carabobo, la
Escuela de Artes Plásticas
Arturo Michelena y el Ateneo de Valencia. El propósito
de este salón, como lo establecen sus bases, es «brindar
estímulo, confrontar y fomentar las diversas
manifestaciones de las Artes del Fuego». En estos primeros
tiempos se presentan muchas dificultades, sin embargo, se
abre al público el primer Salón con nutrida participación
de nuevas figuras en la cerámica,
el esmalte sobre metal, las joyas y el vidrio o
vitral. Valencia se constituye así en el segundo polo de la
cerámica venezolana.
El primer premio es para Colette Delozanne que presenta un
trabajo de gran novedad para el momento, constituido por
formas escultóricas como edificaciones futuristas;
construcciones modeladas con oquedades, plataformas,
senderos, puertas, formas de la tierra y de la naturaleza.
En la década de 1970 se van a producir novedosos
acontecimientos que tendrán
gran significación para la actividad cerámica
de los años posteriores. Esther Alzaibar, una
ceramista y docente que había tomado el lugar de Reina
Herrera en la Escuela de Artes Plásticas,
funda el Taller Barro y Fuego en la localidad de El
Hatillo. En este espacio inicia una labor de formación que
nutre al medio cerámico
de nuevas figuras. De este taller surge Dalita
Navarro, quien abre la galería Terracota, primer espacio
dedicado exclusivamente a la cerámica.
Otra novedad de esta década fue la realización de
grandes exposiciones de cerámica
en los museos de la capital. En 1976 se inauguró en
la Sala Mendoza, Cerámica
1962-1975, una exhibición retrospectiva sobre la
evolución del trabajo de Seka. En 1977 el Museo de Arte
Contemporáneo de Caracas inaugura una muestra que va a permanecer en el
recuerdo del medio plástico
como ejemplo museológico de exposiciones de este
tipo. Fue el Taller de Cerámica,
que expuso el trabajo de 21 ceramistas con
demostraciones del proceso de trabajo de cada uno apoyado
por materiales descriptivos. Ese mismo año Tecla Tofano
decide dejar la cerámica
y se despide de ella con la exposición Ella,
El...Ellos en la Galería de Arte Nacional. El período
entre 1979 y 1980 es clave para el desarrollo de la
actividad ceramista venezolana. La Galería de Arte Nacional
se convierte en el recinto en el cual se gesta un gran
acontecimiento para las artes del fuego. Un grupo de
ceramistas y el representante de la Asociación Venezolana
de Artistas Plásticos
se reúnen repetidas veces con el director fundador
de la GAN, Manuel Espinoza, para conformar una agrupación
gremial. El 3 de agosto de 1979 finalmente coinciden en la
creación de una Asociación de Artes del Fuego que comienza
a trabajar el 9 de abril de 1980. Por su presidencia han
pasado hasta 1994 los ceramistas Noemí Márquez,
Belén Parada, Cándido
Millán, Carolina
Boulton, Augusto Lange y Amarilys Astros. Sus objetivos se
orientaron hacia la actividad gremialista y la capacitación
de sus asociados. En 1981 se abre otro espacio para la
actividad ceramista: Roberto Guevara, al frente de la
Gerencia Cultural de la Compañía Anónima Nacional Teléfonos
de Venezuela (CANTV), da comienzo a un extenso programa de
apoyo y difusión de la cerámica.
Patrocina, organiza y dirige 2 tipos de exposiciones:
durante los años de 1981, 1982 y 1983 las muestras Trato
con el Barro I, II y III; exposiciones donde congregó la
producción alfarera nacional y la cerámica
artística del país. Más
tarde, entre 1985 y 1988, las exhibiciones de Cerámica Utilitaria I, II,III y Iv; exposiciones que orientaron al público
hacia una cerámica funcional
de buena calidad. Desde estos años Roberto Guevara se va a
erigir en el patrocinador, en el crítico y en el centro de
la acción cerámica venezolana.
Para la década de 1980 ya la cerámica
se ha hecho un lugar en el panorama artístico del país.
Ha logrado un Salón Anual, ha constituido una asociación
gremial, ha llegado a los museos y ha logrado excelentes
exposiciones. En 1981 el ceramista norteamericano Warren
MacKenzie es invitado por la Asociación Venezolana de Artes
del Fuego para dictar un curso de cerámica
utilitaria de alta temperatura. Esta visita marca
definitivamente la cerámica
utilitaria en Venezuela. Las enseñanzas de MacKenzie
sobre su filosofía de una cerámica
utilitaria de alta temperatura en la tradición
oriental, definió una línea de trabajo funcional que han
adoptado la mayoría de nuestros ceramistas, especialmente
Guillermo Cuéllar, quien ha seguido fielmente los
lineamientos de la realización al estilo de MacKenzie.
Paralelo a este desarrollo de la cerámica
utilitaria también se va a acentuar el énfasis
hacia la cerámica escultórica
en Venezuela que se ha desarrollado a través de los premios
del Salón Nacional. En 1984 Cándido
Millán funda
el grupo Barro Rojo y aunque sólo duró tres años, estimuló
el interés por una cerámica
de características figurativa y constructiva. De sus
primeros integrantes se han destacado Miguel Arguinzones,
Daniel Briceño y David Méndez. Los años 80 están liderados por las figuras de 5 ceramistas que obtienen en ese
tiempo el Premio Nacional de Artes del Fuego: Noemí Márquez,
con una obra de grandes volúmenes intemporales, pétreos,
de gran connotación procesal; Belén Parada, quien realizará
piezas en diferentes formas y tamaños estructuradas
por partes geométricas y decoradas por un riguroso lenguaje
plástico; Cándido
Millán, quien
se orienta hacia una línea de trabajo más
ligada al expresionismo abstracto, aunque también de
connotaciones procesales; Jorge Barreto, quien se ubica en
lo utilitario con influencias de la alfarería criolla, y
Gisela Tello, con un trabajo clásico
de fuerte énfasis decorativista. En lo utilitario
descuellan Rodrigo García Alejo en Maracay, en Valencia
Gloria Bhaskaran y Miguel Peraza en Barquisimeto. Los años
que transcurren entre 1986 y 1990 van a ser de expansión y
de búsqueda y consolidación de nuevos espacios. Es así
como se establecen cuatro centros desde donde se va a
dirigir y orientar la actividad ceramística. La Asociación
Venezolana de Artes del Fuego obtiene diversos subsidios y
una sede donde instala sus oficinas en la urbanización San
Bernardino en Caracas. Desde allí realiza una intensa labor
gremial y un amplio programa de formación para sus
afiliados aunado a la labor expositiva al abrir una galería.
En esta etapa visitan Caracas: David Leach, ceramista
utilitario, hijo de Bernard Leach; el español Enrique
Mestre de orientación geométrica y constructiva; el inglés
Manson, de connotaciones procesales ligadas al expresionismo
y el utilitario Jeff Ostreiich. Todos dejan sus huellas en
nuestros artistas de la cerámica.
Esther Alzaibar transforma el taller Barro y Fuego en
Galería y en tienda de arte dedicada a la cerámica;
desde allí va a realizar una labor de indiscutible
importancia para la evolución de la cerámica
en Venezuela. Las exposiciones se suceden mes tras
mes para dar a conocer la mayor parte de los nombres que
componen el panorama de la cerámica
venezolana contemporánea.
Para este tiempo el Salón Nacional de las Artes del
Fuego de Valencia se ha constituido en el foco central de la
referencia cerámica. Su
tarea de premiar y divulgar nuevos valores es vista como el
punto culminante de la carrera cerámica.
Los premios nacionales de artes de fuego van a ser,
en 1987 José Gabriel González;
Rosalía Solanes en 1988; Wolfgang Vegas en 1990;
Renate Pozo en 1991 y Augusto Lange en 1992. En 1987 Cándido
Millán funda
el Taller Escuela Arte Fuego, una alternativa para la gran
laguna en la formación cerámica
que ha dejado la crisis permanente de la Escuela de
Artes Plásticas Cristóbal Rojas.
Cuando se arriba a la última década del siglo XX
la cerámica ha
logrado un puesto en el
ámbito artístico nacional que se caracteriza por
una multiplicidad de eventos, frecuentes exposiciones, tanto
individuales como colectivas y la incorporación de una gran
cantidad de nuevos ceramistas que optan por diversas
tendencias, estilos y formas de expresión. Se encuentran
ceramistas figurativos, geométricos, abstractos,
conceptuales y de variadas orientaciones. En 1991 el Consejo
Nacional de la Cultura y el Ministerio de Educación crean
el Instituto de Educación Superior en Artes Plásticas
Armando Reverón con una especialización en cerámica
a nivel de licenciatura. Esta alternativa de
capacitación que se inserta en el nivel de la educación
formal del país reafirma la disciplina ceramística en el ámbito plástico. 1992
y 1993 son los años de las grandes exposiciones. En 1992
tienen lugar 3 grandes muestras. El Museo de Arte Contemporáneo
Sofía Imber y la Dirección de Museos del CONAC
llevan a cabo la Primera Bienal del Barro de América,
exposición que ocupó todo el Museo en honor a la artista
cubana-estadounidense Ana Mendieta y a la venezolana María
Luisa Tovar. Acudieron los invitados internacionales Jaime
Suárez de Puerto Rico; Adolfo Riestra de México; Warren MacKenzie
de EE.UU.; Celeida Tostes de Brasil y Leo Tabella de
Argentina. La ceramista venezolana invitada especial por
Venezuela fue Seka; también participaron Martha Cabrujas,
Gisela Tello, Noemí Márquez,
Belén Parada y otros artistas que usan el barro como
medio de expresión. La galería Los Espacios Cálidos
del Ateneo de Caracas montó la muestra Nuevas
Visiones de la Forma en la cual 42 ceramistas del país
concurrieron a mostrar sus creaciones recientes, sus nuevas
proposiciones o innovaciones en cuanto a la forma cerámica.
La Sala de Exposiciones de la CANTV expone Barros
Comunicantes una muestra de 13 figuras contemporáneas de la cerámica venezolana:
Josefina Álvarez, Martha Cabrujas, Guillermo Cuéllar,
Rodrigo García, José Gabriel González,
Reina Herrera, Noemí Márquez,
Belén Parada, María Pont, Renate Pozo, Seka, Gisela
Tello, Wolfgang Vegas. En 1993 el Centro Cultural
Consolidado realizó una muestra retrospectiva de la obra de
Seka que ocupó las dos salas de exposición. Siguiendo esa
tendencia hacia las grandes muestras, el Museo de Arte
Contemporáneo de
Maracay Mario Abreu realizó en 1993 la exposición
Interpretaciones en barro, Tendencias contemporáneas
en la cerámica venezolana. Fue una colectiva de 38 ceramistas, un encuentro
al cual acudieron de varias regiones del territorio
nacional, ceramistas que conformaron una muestra
representativa de las últimas orientaciones en la realización
cerámica. Otro
acontecimiento en 1993 fue la instalación definitiva como
exposición permanente en el Museo de Bellas Artes, de la
colección de cerámica
china y otras piezas orientales, constituida por una
selección de obras de las colecciones Henrique Otero
Vizcarrondo y José Ramón Urbaneja que permanecían en los
depósitos de dicha institución. Para finales del siglo XX
se afianza la excelente calidad de la cerámica
de alta temperatura que se hace en Venezuela con un
evento que se repite 2 veces al año desde 1992. Es Turgua,
un encuentro de cerámica
utilitaria dirigido por Guillermo Cuéllar y con la
participación de Rodrigo García Alejo, Charlotte Demeter,
Andrés Demeter y Gigiola Caneschi entre otros.
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